Actas del III Congreso Nacional Pioneros de la Arquitectura Moderna Española Análisis crítico de una obra. Madrid, 20-21 de Mayo de 2016. Fundación Alejandro de la Sota. ISBN: 978-84-608-7409-6. Page Numbers: 32-49. Autor: Jaime Aparicio Fraga
En 1963 Miguel Fisac recibió el encargo de realizar la iglesia parroquial de Canfranc, un exiguo asentamiento en el Pirineo Aragonés.
El objetivo era desarrollar un programa de iglesia rural, pero también se trataba de dar respuesta a un lugar de dura climatología, en un terreno de topografía muy abrupta.
Un encargo de carácter religioso fuera de la ciudad consolidada, en los que tenía ya una importante experiencia, destacando los conjuntos dominicos de Arcas Reales (1952-1953) o Alcobendas (1955-1958); pero con una singularidad en relación a los mencionados: la marcada presencia de los accidentes geográficos.
Fisac pretende entonces extraer del lugar su vigor para conseguir con él un diálogo profundo e intenso, y despliega para ello una estrategia ya utilizada: construir el paisaje desde la identidad del lugar. Desde la comunión con la tierra, así como desde la idiosincrasia social y psicológica del lugar.
En ello juega un papel sustancial la arquitectura popular, concretamente las casetas que poblaban las laderas de Los Arañones, utilizadas por pastores y labradores como refugio, bien conocidas por él. Y como no, el Aprendizaje realizado a través de sus viajes de estudio y el contacto con una serie de maestros de la modernidad.
Con estos antecedentes, Fisac da respuesta al paisaje mediante un proyecto de dos componentes: un muro, que pertenece a la tierra, y una cubierta ligera, que flota sobre ella. La expresión formal de una idea elemental, que evoca resonancias prehistóricas, conectando con el lugar y su valores etnológicos, más allá del tiempo.
En un análisis del conjunto, podemos observar ciertos elementos comunes a una suerte de gramática que Fisac utiliza en su arquitectura para llevar a buen término la certera construcción del paisaje: umbrales, sombras, texturas, relieves, tránsitos, o la captura de la fuerza de los ancestros del lugar.
Esto habla de un enorme respeto al lugar, de una voluntad de comunicación con él fruto de la contemplación del mismo; y del desarrollo de un sentimiento de amor por lo que se contempla, -aprendido en una infancia en íntimo contacto con el medio natural y grabado en su memoria- .
Asimismo, destacan tres aspectos:
– La implantación del elemento principal en abanico, que sugiere, más allá del desarrollo de las ideas postconciliares, una voluntad integradora de aroma organicista con el escarpado entorno.
– La utilización del material y su textura, que produce una arquitectura hecha de «carne de la carne de la tierra”, favoreciendo que el lugar lo acepte y realce.
– La sombra, como materia del proyecto. Por un lado, enlace entre el muro -la tierra- y la cubierta, o la cubierta y la montaña. Y por otro, ya cartesianamente geometrizada, como conformadora de un hueco a escala del lugar.
Un proyecto a través del cual Fisac redefine el paisaje tradicional con capacidad de activar el lugar, de inyertarle una energía que permite entender su identidad de forma diferente. Un proyecto que procede del hálito que emerge de lo más profundo de la tierra.